Se ha marcado el tiempo para la última gota de agua en la tubería.
La mañana empieza a contar las cabezas fugitivas de los cuerpos;
y El Banco, con sus eslabones en papel membretado, calcula el valor de mis respiros.
Un rostro conocido sonríe tras la promesa más honesta expuesta en la tele, seduciendo a mi voto.
El mundo se ha vuelto predecible y eludible,
pienso.
Te vuelvo a ver...
me encantan tus nalgas...
son divinos esos senos contoneándose libres entre la blusa floja.
Mi erección se provoca estrangulamientos entre costuras de buena marca.
Me descubres y callas.
Callas tú, pero tu cuerpo habla.
Hueles a vagina evaporada.
El olor del café se esfuma.
Navego en tu humedad con mis lágrimas blancas
entre esas largas piernas tuyas que parecen palmeras azotadas por los vientos.
La realidad se expande hasta el último minuto del postrero estertor.
La paz que viene...
es una sensación de atardecer entre media mañana:
Silencios quietos que matan al murmullo de la tele.
Tu cabello castaño da un extraño fulgor a nuestro piso.
No sé qué tenga el techo para buscar cometas sin mirarlo.
Dos miradas...
una vida...
y la mañana que nos llama
con su lengua de prisas.
4 comentarios:
Cuánto tiempo Melquíades! y contínuas a sorprenderme con tu mundo interior lleno de íntimas cosas para descubrir y lo haces de una manera tan simple, con una soltura rayana casi en la indiferencia o dejadez que me afascina... mi aplauso entusiasmado...y no te pierdas... un gran abrazo.
Que buen poema, en particular me gustó mucho como lo ha cerrado
salu2
Admirado poeta. Soy como esos fenómenos de marea y estación, de repente alguna corriente me ttrae por aquí... Luego también no me sorprenden los eclipses, y nada hay qué compartir. Pero siempre los tengo presentes en el corazón, y a menudo paso a leerlos con mucho interés. Abrazos.
Amigo gayo. Un placer saludarte. Gracias. Nos leemos.
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