domingo

s/ título

He llegado
Tras la puerta entreabierta se ha quedado mi ausencia esperando a mi vuelta
Hoy he llegado a ti
te miro y me llena tu inquietud
Las manos apuradas no saben qué hacer con mi presencia.
Tus pechos hermosos cobran brillo ante mi vista
Te miro con hambre
Me sientes...,
tu humedad se vuelve ambiental y corro hacia ti para cargarte
para arrojarte en el lecho donde tu desnudez se vuelve obsequio a mis sentidos
me fundo, con los labios, sobre tu cuerpo desierto de misterios
mis manos te arrebatan las gaviotas de ausencia
te muerdo
te como palmo a palmo
te convierto en volcán para aguardar la lava ardiente derramarse en mi cuerpo
Eres flor que deshoja mi ansiedad vuelta fuego
bajo mi cuerpo vibra tu corazón ardiendo
una mar de perfumes te vuelves sobre el lecho
mientras que yo navego
como albatros, tu cuerpo.

La noche...
vieja cortina tonta, con remedos de ciega
que suave se disfraza
mientras el día llega.

Mal Sueño

Me trajeron aquí hace diez horas, bueno, eso creo, porque no tengo forma de contar los minutos, digamos que ya tiene un largo rato, que casi se vuelve día. Desde que me trajeron la pared no deja de mirarme con sus poros de yeso maquillados de pintura blanca. Del techo se desprende un haz de luz difuminado que se prende en todos los rumbos de la habitación, al cual es imposible seguirle las rutas, aun cuando se cuente con tantas horas, tantas, como casi diez, para ello. Desde que me trajeron no he dormido, el sueño se me ha ido desde hace más de cuarenta horas. Llevo semanas sin dormir, los ojos no se cansan de estar abiertos y mirar y mirar, se parecen tanto al corazón, que late y late incansablemente como si mi cuerpo hiciera tantas cosas interesantes que justifiquen tanto latido puntual e incesante. Desde hace semanas miro y miro, y mi mirar, de tanto mirar, se llena de cosas que otros no miran. Miro, por ejemplo, en esta habitación, esos fantasmas coloreados, casi lumínicos, que se deforman al reflejarse en los tubos de acero inoxidable, consecuencia de mi pobre sombra, muevo la cabeza y el anguloso rostro enjuto, se desliza como si fuera limpia parabrisas de auto. Mis manos se entumen en su propia debilidad. Me dejaron desnudo, con un ridículo batón que le hace la menor gracia a mis nervios alterados cuando su superficie tosca y rasposa me hiere las células epidérmicas. Allá a lo lejos, al otro extremo de la sala, veo a una mujer, que igual que yo, no duerme, mientras yo pienso y pienso, miro y miro; ella sólo reza, reza y reza. Debe ser ya de noche. No hay ventanas. Una sola puerta blanca sella nuestra relación con el mundo exterior. La enfermera viene de vez en cuando, me inyecta, me da unas pastillas y se marcha sin hablar. Cuando está presente soy un volcán de palabras sin sentido. La provoco para que responda, necesito escucharla hablar, necesito saber que mi voz es real, que se escucha en otros oídos, que tiene un significado para alguien. Ella calla, sólo hay silencio, silencio e indiferencia. Después de la pastilla y la inyección mi cuerpo se muere, el flujo sanguíneo se deja oír como oleaje dentro de mis sentidos y siento que me congelo, me vuelvo como un mar de luna plateada serenándose como concha marina bajo la noche. Todo pasa a un plano más lento, dilatado, las imágenes de mi rostro tardan en desplazarse reflejadas en los tubos de acero de los tambores de mi cama, y los poros de la pared pintada de blanco empiezan a aprender a gritar, después de verme desde sus pupilas blancas, es una voz como ruido de arena deslizándose, produciendo un murmullo al frotarse grano con grano. Me viene esa muerte que sé que no es muerte porque no me he ido. Con los ojos abiertos batallo contra mi invalidez, espanto mis monstruos y vivo eternamente la agonía de ser casi un suspiro que se aferra al cuerpo en el océano de dependencias en que me he convertido.
Miro y oigo, siento la piel lastimada por el batón áspero que me cubre la desnudez. Las horas pasan, no tengo forma de contar los minutos, debe ser de noche aún allá afuera. Si lo es, quizá haya luna llena. Llevo aquí más de diez horas, y si cada agonía dura cinco, entonces ya debo de llegar a cerca de veinte horas, después de varias semanas sin dormir.

Esse olhar


Corujando 6
Cargado originalmente por Sophie Carrière
Bellísima foto
de un ejemplar que me encanta.
Disfruten
la mirada de Sophie
captando naturaleza.

No copie, use la imaginación...

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