jueves

Mudan las esperas

Como el ave
remontaba el cielo;
incansable.

Eran sus plumas
la piel del viento
la carrera loca del verso:
escribía poesías en mi cuello.
Sus alas plumosas
mi alero.

Como el ave
se desprendió en colgajos
desde mi arcilla seca.

Fueron las guerras
que la alejaron de mi paz,
mi incertidumbre,
mi abulia encanecida,
mi vuelo ciego
hacia el fuego frío.

Como aves
mudan de nido las esperas,
impacientes, estériles.
Así perdimos el horizonte
y extraviamos los sentidos
hasta ser pájaros
en desconcierto,
mudos,
idos.

Y caímos.

domingo

El amor (interpretado por José Ángel Trelles)



Autor del tema: Rafael Perez Botija.

El amor es un rayo de luz indirecta
una gota de paz, una fe que despierta,
un zumbido en el aire, un punto en la niebla
un perfil, una sombra, una pausa, una espera.

El amor es un suave rumor que se acerca
un timbre a lo lejos, una brisa ligera,
una voz en la calma, un aroma de menta,
un después, un quizás, una vez, una meta.

El amor va brotando entre el aire y el suelo,
y se palpa y se siente y hay quien puede verlo
y hace que te despiertes y pienses en él
y te llama despacio rozando tu piel.

El amor te hipnotiza, te hace soñar
y sueñas y cedes y te dejas llevar
y te mueve por dentro y te hace ser más
y te empuja y te puede y te lleva detrás.

Y de pronto te alza, te lanza, te quema
hace luz en tu alma, hace fuego en tus venas
y te hace gritar al sentir que te quemas
te disuelve, te evapora, te destruye, te crea.

Y te hace viajar en el filo del tiempo
remontando los ríos de mil universos
y te lleva a la gloria y te entrega a la tierra
y te mira y te ve y piensa y piensa.

Y de pronto el amor es la luz de una llama,
que se empieza a apagar y se va y se apaga
es la isla pequeña perdida en la niebla
una gota, un no sé, una mancha, una espera.

El amor es la hoja caída en la tierra,
un punto en el mar, una bruma que espesa,
un velo en el alma, un sol que se ve,
un por qué, un según, un ya no, una queja.

El amor va bajando peldaño a peldaño,
con las manos cerradas y el paso cansado,
te pregunta quién eres para hacerte saber
que apenas te conoce, que qué quieres de él.

El amor te hace burla, se ríe de ti
mientras tú sigues ciego, sin saber que decir
y deseas seguirle y decirle que no,
que se quede, que vuelva, que comete un error.

Y el amor desbarata tus grandes ideas,
te destroza, te rompe, te parte, te quiebra
y te hace ser ese que tú no quisieras,
y te empuja a ser malo y te deja hecho mierda.

Y te arroja de bruces hasta el último infierno,
arrancándote el alma, pisándote el cuerpo,
y te ahogas de ansias de volver a la nada
y de pronto se para y te ve y se apiada.

sábado

¡Lo que son los sueños!

Andábamos de viaje en el pueblo donde vivimos hasta hace algunos años y me encontré con que ahora tenía tantos desniveles, pequeñas subidas y bajadas donde los autos empinaban el pico y luego la nalga (ya sé que la nalga del carro es el guarda maletas o como le llamen) consultaré la gramática de la lengua, más reciente, para ser preciso; pues bueno..., la tierra era roja como cancha de tennis, aunque no soy muy lúcido cuando sueño , en eso sí reparé: ¿y dónde está todo el pavimento?... –me dije (digamos) “entre sueños”-, en el sueño me tocaba ir a pie. Caminando entre los charcos resbalosos en sus orillas para llegar a la casa de quién sabe quién. Me molestan de verdad esos sueños pueblerinos en donde jamás voy conduciendo, siempre a pie, y a veces, descalzo. Pues de repente me vi en el mero Parque Central y vi el edificio de mi casa muy iluminado. Afuera, en donde debiera estar la banqueta y la calle, estaba mi cantina. Claro, ya no era mía. Me llamó desde dentro un amigo que no reconocí de inmediato pero que era -según el sueño- el hijo de quién sabe quién que yo estimaba, y él también a mí. Me invitó unos tequilas, y cosa curiosa, yo que jamás bebí en cantinas me apuré a aceptar en la ex mía, que por cierto, a diferencia de cuando era mía, estaba vacía.

Un aire de nostalgia y cariño por ella me inundó el alma en la primera copa, entonces vi que no tenia paredes de concreto, en vez de estas, ligeras verjas de bambú medio seco delimitaban su espacio. Eso sí, las mesas bien presentadas, como siempre. Sobre el mantel verde bandera el sobre mantel blanco.

…Y apuramos la siguiente, el parroquiano invitador me demostraba muchos aprecios y me miraba con extraña admiración a la vez que me llenaba de halagos. Eso sí, el sueño fue muy discreto, jamás me entere ni recordé qué tanto me decía.

Estábamos él y yo solos, pero de repente, a la cuarta copa ya estaba Mariana ahí al lado, viéndome, divertida, en el desempeño de mi primera parranda cantinera. Me vio llorar y me preguntó por qué lloraba, -pues por la cantina -le dije-, volteó a ver la cantina buscándole senos o pompis y luego me vio, incrédula. Me volví a mi compañero de parranda y le susurré bajito: >>Las mujeres creen que ellas son nuestro único cariño posible<< .Me respondió con esa mirada idiota con que responden los borrachos cuando ni escuchan ni entienden. Luego lloró. Lloramos pues... La quinta vino cuando la convulsión del tórax de mi compañero de briaga parecía un volcán a puno de explotar en erupción, o como dijo él mismo, "como estomago intentando sacar un pedo". Seguimos llorando. Del llanto pasamos a la felicidad plena cuando cantamos "una" de José Alfredo, esa de "por tu amor que tanto quiero y tanto extraño". Mi mujer se divertía mirando hacia afuera, a través de la enramada de bambú, a toda la gente que pasaba, buscando conocidos. De repente ya era noche, el cielo estaba clarísimo, limpio y lleno de estrellas. Ahora estábamos cantando esa de "tomate esta botella conmigo". Mariana se acercó y me besó con mucho cariño, le encantaba que le cantara esa canción.

-"Ya estás tomadito" -me dijo.

La miré y su imagen se me difuminaba entre las lágrimas de tequila que poblaban los ojos. Me quedé pensando en lo afortunado que era al estar con ella o que ella estuviera conmigo.

-¡Cómo te quiero! -Le dije-.

Le empecé a cantar "Mi Cariñito": "Cariño que Dios me ha dado sin merecerlo..." Recostó su lindo rostro sobre mi hombro y me dijo en la oreja: -Yo más, mucho más... Vino la siguiente y empecé a sentir un calambre en la pierna izquierda, algo así como la ciática. Miré a mi compañero de botella. -"Ahora si estoy "pedo" -le dije". No me entendió. Me traté de levantar de la mesa y no pude, estaba mareadísimo, no sentía la pierna. Estaba cantando "Tú eres el amor que yo más quiero"... pero el tórax se me estaba endureciendo y no dejaba salir con libertad todo el poder de la voz.

Me desperté y vi que Mariana me estaba observando con un gesto de, entre cariño y asombro. Me sentía tan mareado que toda la pieza me daba vueltas mientras terminada de cantar las últimas coplas: “Amor eterno... Inolvidable...

-Llevas más de una hora cantando y diciendo barbaridades.... me despertaste. Sentía la vejiga llena a reventar y los labios curtidos por el Agave divinizado y aderezado de tanto limón y sal. Me levanté para ir al baño y no pude mantenerme en pié, la pierna estaba entumida, me caí y Mariana corrió asustada para ver qué me pasaba. -Estoy ebrio -le dije-. -¿Ebrio?... ¿Estuviste soñando eso?... ¿Ebrio?...

Sí, ebrio. Al poco rato la ilusión de la borrachera desapareció y casi me sentí normal. Cuando volví del baño pasamos lo que restaba de oscuridad a la mañana riéndonos del mentado sueño.

miércoles

Los pájaros que inventamos

Donde ya no estás, supura el plomo.
De sus órbitas atómicas
huyen los pájaros,
los locos pájaros locos
con sus risas histéricas.

El gris obtura el cielo
y no sé si lloverá,
o sólo son nubes pasajeras
espantando al último tren
que se evapora,
como sus bufidos de vapor.

El tren de los pájaros locos;
de los pájaros que inventamos.

domingo

Como todas las rotas margaritas

He visto el amor rondando los parques,
entrelazados ausentes, como si nada importara;
lo vi resuelto a someter cuerpos,
reducirlos a pieles desnudas,
osadamente desnudas.
Se arrastraba tras los árboles,
se dejaba llevar en andas, en cuclillas
o mansamente caer en la hierba;
chorreaba estaciones, cualquiera, todas juntas.

Florecía en tréboles,
entre piernas de enredaderas, senos rosados;
rosados como la juvenil vergüenza
que ausente se desprendía de pudores
sobre la hierba o sobre otro cuerpo verde,
verde de besos, de colibríes alborotados
sorbiendo polen fresco.

Lo he visto refugiarse en la sangre del fuego
transpirando aromas,
alelado de axilas, dormirse luego, relajarse
y volver a ser pudores cómplices.

Y he visto un amor atardecer,
refugiarse absorto entre distancias sin laureles ni boletos,
subyaciendo en la gris mansedumbre de los días
como la noche que inevitablemente nace
para morir en silencio;
como todas las rotas margaritas.

sábado

Como los peces de barro

Tómame los abrazos
como la memoria que regresa,
planifica un tiempo de reencuentros,
sin preámbulos,
con la osadía de una gaviota
queriendo ser pez en los remolinos,
en la generosidad de un río que sube
para devolver las aguas a las lluvias.

Tómame en el preciso instante
que quiebra la cascada,
voltea tu vista hacia la orilla opuesta al sol;
allí verás un velero agrietado,
anclado entre rocas gastadas
por los besos de tantas lluvias marrones,
como las angustias de los peces de barro
que pintan las orillas.

También soy un pez de barro
siguiéndote en la crecida.

No copie, use la imaginación...

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