domingo

Hace tiempo que los ojos dejaron de buscar destellos.

Todo es luz
todo es sombra o es reflejo.

Entre la noche y noche que enmarca a mis suspiros
algo más debe haber que aún no he visto.

Háblame oscuro mar
di tu oscuro discurso...
si es que alguna verdad
aún no has dicho.
Vuelvo a las tardes.
A las fugas quebradas en minutos.
A las palomas rodeando las copas de los pinos.
A tus ojos de océano
y a tus besos de niña.

Y en estas pinceladas
tejidas en un manto de nostalgia
entretejo añorando
los sinónimos que avivan nuestras vidas.

La llamarada canta
-con su muro de sombras fugitivas-
ese rito de amor
que explica sin vocablos
la razón de la vida.

martes

tus dedos
adoro tus dedos.
En mis labios se pierde
en medio de la noche ardiente
ese extraño extremo de tu cuerpo
que te mantiene en pié.

Tus dedos
largos
hermosos
suaves...
Con esa miel,
que ausente de dulzuras materiales,
se explica en lenguajes
de la diosa lujuria.

Viejo sol
te miro y mis ojos lloran;
me ves y tus ojos lloran.
De nuestro llanto surge la pregunta
¿adonde hemos llegado?
morimos antes del tiempo de morir:
niños morimos
sanos morimos
la sonrisa se apaga sin misterio
y el latido se escapa por la piel.

El hombre no muere como muere el venado
como muere el maíz;
muere...
como muere la tierra sin cultivo
estéril esclava del asfalto.

Los cuatro vientos ya no nos escuchan
y el cielo ha borrado los mensajes de los viejos cometas.
Parece que andamos solos
con los oídos sordos a la voz de las hojas
que son la lengua de los vientos.

Viejo sol
te miro y mis ojos lloran
me miras y tus ojos lloran
y nuestro llanto se ha vuelto solitario
es un llanto sin eco
porque las cañadas se han vuelto mudas
olvidaron hablar
y repetir el grito.

Viejo Sol
me miras
y te miro
entre tantas ausencias
nuestros ojos
se han quedado muy solos
ya no brilla en la selva
la hermosa piel del jaguar
ni sus ojos me miran
con sus dos esmeraldas.

En lo que queda al Alba
me mantendré despierto
pendiente de algún canto de cenzontle
mientras que tú nos miras
con tu iris dorada.

Lunada

Canto mirando al cielo con su luna plateada
un pétalo de luz con su sombra en el pecho
espía entre los montes nuestras noches doradas.

Mi adorada tiene dos jazmines en sus pechos desnudos
su cabello castaño parece una cascada.

Vieja luna, meretriz de los luceros
hazle un traje a mi amada
con telar de la noche celestina
y una gota de sol
que adorne su cintura.

Mi amada es ardiente
entre sus piernas blancas
toda ansiedad se duerme
y mi lengua se nutre
de la sal de sus poros.

Pálida mancha que reinas hasta el alba
detente en la laguna y revuélcate en mi cuerpo.
Tengo pasión de luna
y un deseo fatal
de besar tus lunares.


Mi amada tiene breve cintura
en su frágil espalda
la luna blanca
rayos de plata prende.

Nuestros pasos se ocultan en la noche
refugiados en sombras
que las peñas mantienen.
Tomamos nuestra vida
y lo que la contiene
para entregar en alma
mientras la noche dura
bajo la luna vieja.

viernes

media mañana.

Se ha marcado el tiempo para la última gota de agua en la tubería.
La mañana empieza a contar las cabezas fugitivas de los cuerpos;
y El Banco, con sus eslabones en papel membretado, calcula el valor de mis respiros.
Un rostro conocido sonríe tras la promesa más honesta expuesta en la tele, seduciendo a mi voto.

El mundo se ha vuelto predecible y eludible,
pienso.

Te vuelvo a ver...
me encantan tus nalgas...
son divinos esos senos contoneándose libres entre la blusa floja.
Mi erección se provoca estrangulamientos entre costuras de buena marca.

Me descubres y callas.
Callas tú, pero tu cuerpo habla.
Hueles a vagina evaporada.
El olor del café se esfuma.
Navego en tu humedad con mis lágrimas blancas
entre esas largas piernas tuyas que parecen palmeras azotadas por los vientos.

La realidad se expande hasta el último minuto del postrero estertor.

La paz que viene...
es una sensación de atardecer entre media mañana:
Silencios quietos que matan al murmullo de la tele.
Tu cabello castaño da un extraño fulgor a nuestro piso.
No sé qué tenga el techo para buscar cometas sin mirarlo.

Dos miradas...
una vida...
y la mañana que nos llama
con su lengua de prisas.

domingo

Flores



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