Su estación de origen fue el paraíso, alfoz de la miseria; y la de llegada, el rechazo.
Allí residió, en el suburbio del exilio y la añoranza, durante largos años. Sus vecinos más próximos en aquellos tiempos fueron la escasez y la esperanza.
Cuando consiguió un billete de vuelta, sus cabellos eran hebras de plata.
Recorrió el trayecto en sentido inverso y se instaló en el barrio del desarraigo y la nostalgia.
Vivió acariciando el recuerdo de los que no volvieron, hasta que su corazón, seducido por la fatiga, tuvo un descuido y se olvidó de latir.
3 comentarios:
Tanto añoramos el regreso, en el desarraigo, que sin darnos cuenta nos quedamos a vivir en la eterna añoranza....un abrazo
ay, qué triste destino, o más bien elección... sin embargo, creo que mucha gente opta por llevar estas consignas en su interior, y es una especie de muerte lenta que va apagando el presente,
quiza ese barrio la contenga,
y a cuántas personas las circunstancias externas van llevándolas por el mismo camino,
felicitaciones, me encantan tus haikus y ahora tus micro-relatos con toques surreales.
b.
C.
¡Uy! me dejas mudo, yo que voy de regreso...
Profundidad muy triste en esta prosa.
Un beso mi querida amiga.
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