He visto el amor rondando los parques,
entrelazados ausentes, como si nada importara;
lo vi resuelto a someter cuerpos,
reducirlos a pieles desnudas,
osadamente desnudas.
Se arrastraba tras los árboles,
se dejaba llevar en andas, en cuclillas
o mansamente caer en la hierba;
chorreaba estaciones, cualquiera, todas juntas.
Florecía en tréboles,
entre piernas de enredaderas, senos rosados;
rosados como la juvenil vergüenza
que ausente se desprendía de pudores
sobre la hierba o sobre otro cuerpo verde,
verde de besos, de colibríes alborotados
sorbiendo polen fresco.
Lo he visto refugiarse en la sangre del fuego
transpirando aromas,
alelado de axilas, dormirse luego, relajarse
y volver a ser pudores cómplices.
Y he visto un amor atardecer,
refugiarse absorto entre distancias sin laureles ni boletos,
subyaciendo en la gris mansedumbre de los días
como la noche que inevitablemente nace
para morir en silencio;
como todas las rotas margaritas.
4 comentarios:
me llevaré este poema para murmurarlo viendo a hombres y mujeres en la rivera del rio. Ellos, los tomados por la mano, no saben que alguien les canta. Hoy es un dia melancolico Daniel, y tu poesia lo acentua aun mas. siempre un descubrimiento leerte.
y yo vi las libélulas en el río, tomadas por sus colas, volando en un ritmo singular, apenas dejando marcas en el río.
Hermoso tu poema, Daniel, parece una canción para el amor recorriendo un elipse,
besos, y buen resto de domingo,
C.
Gracias Roberto por tu amable comentario, siempre es grato verte.
Saludos.
Noto que las libélulas están rondando tu vida, quizás el amor ha mutado mariposas en ellas.
Gracias.
Besotes.
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