Esa tarde de viento helado, escarchas, huesos;
el bullicio citadino rugía como aspas y tieso.
… entre tanto, nuestras gélidas palabras.
Fue así, serena dama, que tomé tus manos
y poniendo la izquierda aclarada bajo mi falda
me moví con soltura para entibiar tus dedos,
entre mi lengua animada, batir los diestros…
Te besé con flujo en mi candente afecto
y a mis pechos desnudos llevé tu rostro bello,
así en tu nariz adherida a mi pezón erecto
te di calidez, desentumí tu miembro, yerto…
Donde tanto hielo – estupefacto- se vio arder gimiendo…
Con los ojos cerrados y la lengua en mis pechos,
pasmado todo, hasta el sobrecogido tiempo,
el semáforo atento cambió de luz
- y al ver ese rojo entrecejos-
nos dimos cuenta que la ciudad aturdida pero contenta
era testigo glacial ya derretido ante nuestro ardor bestial…
Y así fue que aquel congelado día de junio
hasta el tráfico cautivado entre las arterias quedó mudo,
prendido de tus labios, arrancando mi pezón tibio y desnudo.
4 comentarios:
Myriam: me encantó este relato, la forma muy poética en que lo plasmaste. Un saludo.
Y qué hermosa manera de expresar esa atracción de pieles, de pezones y labios, de texturas y energías, todo en sana voluptuosidad, palabras respondiendo, generosas, a la pasión humana que las genera.
besos,
C.
Señora, excelente ritmo y tema, me voy a dormir tranquilo sin ningún tipo de quejumbre de tipo carnal, como en otros de los suyos, esto quiere decir que ha prevalecido la belleza, muy bueno.
Señora, excelente ritmo y tema, me voy a dormir tranquilo sin ningún tipo de quejumbre de tipo carnal, como en otros de los suyos, esto quiere decir que ha prevalecido la belleza, muy bueno.
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